La unión europea y el Mercosur están discutiendo sobre la creación de la zona de libre comercio más grande del mundo, pero las condiciones ambientales que Bruselas propone disuaden.
En este momento, cerca de las cataratas de Iguazú, los cuatro miembros del Mercosur, Brazil, Argentina, Paraguay y Uruguay se reúnen para encontrar una posición unida y clara para el debate socioeconómico más importante del mundo. Uruguay, de entre todos los países, juega un papel clave, ya que mantiene hablando con ambos lados hemisféricos: China y Europa. El país se destaca como el país más próspero económicamente y más estable políticamente, siendo una posible puerta de entrada para el comercio libre de impuestos. Ahora mismo China ya está pescando en los mares internacionales de América del Sur y Central.
En realidad, el Tratado UE-Mercosur estaba listo para firmarse en 2019, pero los europeos no querían tomarse una foto con el presidente brasileño populista de derecha, Jair Bolsonaro, debido a la polémica deforestación amazónica. Por lo tanto, el acuerdo quedó archivado temporalmente, un autogolpe: la guerra ruso-ucraniana ha cambiado el equilibrio geopolítico de poder.
Ahora Europa busca con urgencia cadenas de suministro seguras y redescubrir Sudamérica, que durante mucho tiempo se ha dejado a la izquierda. Mientras Bruselas y Berlín querían hacer esperar a los sudamericanos en 2019 por culpa de Bolsonaro, ahora los europeos no pueden moverse lo suficientemente rápido. Sin embargo, los sudamericanos plantean exigencias, sabiendo que los europeos no quieren perder completamente el duelo con China en temas claves como el litio.
Especialmente la protección del medio ambiente y los derechos humanos hace que el discurso se clavija, debido al enfoque europeo a esos temas, lo que genera gran frustración en América del Sur, ya que sienten que los temas de progreso social y económico quedan en segundo plano. El nuevo presidente reelegido de Brasil, Lula, no quiere comprometer por escrito la protección forestal exigida por los Verdes y prometida durante la campaña electoral brasileña. El resultado final podría ser un tratado que no sea ni un ápice mejor para el medio ambiente que el que Europa se negó a concluir con Bolsonaro. Europa habría perdido así cuatro años.
Ahora Uruguay vuelve a la carga. Montevideo ve en China un "socio deseoso de concluir un tratado", advirtió recientemente Kira Potowski, directora de la Cámara de Industria y Comercio germano-uruguaya, en una audiencia en la Comisión de Asuntos Económicos del Bundestag. No sólo en Montevideo se ha agotado la paciencia con los constantes cambios de posición en Europa, que lleva décadas sin lograr concluir el tratado.
"Pero no es que tengan preferencia por China. Es más bien que Estados Unidos no ha ofrecido nada concreto y Europa se ha estancado", afirma Iturralde, del Centro de Estudios del Desarrollo (CED) de Montevideo. "Yo diría que las probabilidades están al 50-50. Si no avanzamos en la segunda mitad del año, va a ser difícil que se produzca el acuerdo. Todo esto sería muy frustrante para Mercosur". El Presidente uruguayo Lacalle Pou viajará pronto a China y tendrá que llevar algo presentable si las cosas no funcionan con Europa. Sería un precio muy caro por un acuerdo que podría haberse alcanzado hace cuatro años.
Noticia e imagen extraídas de https://www.welt.de